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Julián Marías, sobre los medios de comunicación

Publicado por Malena

Julián Marías sobre los medios de comunicación

El hombre siempre ha tenido medios para comunicarse socialmente para transmitir noticias, ideas o creencias que la sociedad en su conjunto podía integrar lentamente después de mucho tiempo.

Actualmente la comunicación pública ha llegado al extremo de transformar esa comunicación en un fenómeno diferente que afecta la información y acentúa el impacto que produce en la gente.

Un individuo puede cambiar rápidamente de forma de pensar o de actitud, decir hoy una cosa y mañana otra, estar de acuerdo en un momento y luego cambiar de parecer; pero el cambio de la sociedad en su conjunto, a partir de una idea individual es más lento y más difícil; y si se trata del cambio de una creencia, este proceso dura aún mucho más.

Sin embargo, en la actualidad, este hecho se está produciendo en forma mucho más rápida, debido no solamente a los avances en los medios de comunicación sino a la posibilidad de que millones de personas pueden acceder a ella en forma simultánea.

Los cambios sociales que antes se originaban unos de otros, ahora son producidos desde afuera, pero con la diferencia de que éstos no tienen raíces y no se puede arraigar lo suficiente como para establecerse y llegar a ligarse a la vida de la gente.

Este fenómeno hace que estos contenidos se diluyan con facilidad, pierdan consistencia y desaparezcan, como por ejemplo los principios morales que parecen haber estado prendidos con alfileres. Aunque se registra un hecho interesante, el que algunos de ellos, tal vez los esenciales, parecen haberse mantenido.

Hay una diferencia entre ideas y creencias. Una idea es algo pensado, cuestionable, discutible, pero una creencia se adopta no se cuestiona porque es una cuestión de fe y representa algo en qué sostenerse.

Las creencias que se difunden con tanta rapidez funcionan como ideas pero no lo son, son una mezcla de ideas y creencias, sin haberlas examinado ni sometido al beneficio de la duda. Son como el dinero, que se usa como un instrumento de cambio sin tomar conciencia de todo lo que hay detrás de él.

Estas ideas-creencias, que se difunden por los medios sociales pueden servir para la manipulación y ejercer un efecto inmediato, en una época en que el hombre está muy vulnerable.

Antes, las acciones individuales demoraban en hacer sentir sus efectos en la sociedad, ahora puede ocurrir que todo el mundo esté hablando del mismo tema en el mismo momento y que éste se imponga en los individuos en forma universal; y también que se silencie a los medios de comunicación para que nadie hable de algo, que todavía puede ser peor.

Esta situación representa una nueva forma de totalitarismo, no de Estado, aunque también los haya, sino en cuanto al estado de ánimo, a la actitud totalitaria.

Pero lo más llamativo es el espíritu totalitario que es el que considera que todo es importante políticamente y digno de atención, que nada es irrelevante y que todo debe ser manipulado e intervenido.

Esto puede pasar tanto en estados totalitarios pero también ocurre en sociedades políticamente libres, produciendo la pérdida de la espontaneidad.

La fe se cuestiona, cosa que no es propio de la fe, porque cuando esta fe se formula ya se transforma en una idea que puede ser cambiada por otra.

Los medios de comunicación masivos pueden tener un grave efecto, la pérdida definitiva de la intimidad y de la privacidad.

Hoy en día todo puede quedar registrado, las personas pueden ser espiadas, observadas por cualquiera que tenga algún interés, produciendo una consecuencia, que el hombre se inhiba al sentirse observado y no se atreva a hacer nada, a menos que acepte ese desafío.

Sin embargo, todo ese bagage de información sobre millones de personas no se puede utilizar por falta de tiempo, salvo los que se refieren a determinados individuos públicos.

El hecho de no poder procesar toda esa incalculable información puede ser la gran posibilidad que tenemos de defendernos contra la pérdida de la privacidad y de recuperar la espontaneidad y la libertad.

Sólo bastaría con elevar un poco el umbral de lo que nos importa.

Fuente: “Sobre el Cristianismo”, Julián Marías, Planeta Testimonio, 1998.