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Filosofía analítica y filosofía continental: antropología de la filosofía

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Cuánto tiempo sin pasar por La Guía 2000 a hacer mi aportación filosófica diaria a este baluarte online del saber y del conocimiento. Soy un sinvergüenza y lo lamento, de verdad que lo lamento. Pero en fin, así son las cosas. El caso es que hace un par de días estuve envuelto en una discusión sobre el conflicto entre filosofía analítica y filosofía continental, conflicto que muchas veces se eleva a la condición de metafilosófico, cuando en realidad tiene causas antropológicas.

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El oficio de filósofo en la práctica

Dedicarse a la filosofía en la práctica consiste, más o menos, en realizar una serie de actividades por las que uno recibe una remuneración. Si no hay remuneración por medio, entonces hay que decir que se filosofa por afición, por amor al arte, lo cual es muy triste pero, en fin, hay gente «pa tó» (Sócrates, que hacía filosofía para molestar a sus vecinos con los temas en los que no querían pensar, filosofaba por afición). Antes de que me crucifiquen, quiero aclarar que cuando digo «dedicarse al oficio de filósofo» entiendo la expresión «dedicarse a» en exactamente el mismo sentido en que la entiendo cuando digo «dedicarse al oficio de albañil».

¿Qué tipo de actividades son estas que constituyen el oficio de filósofo? En general todas aquellas que lleven la expresión «filosofía» o «filosófico» en su formulación lingüística. Por ejemplo, yo ejerzo de filósofo cada vez que escribo un artículo para este blog divulgativo: son textos de divulgación del conocimiento filosófico por los que recibo una remuneración. Dar clases de filosofía, escribir libros de filosofía, dar charlas, conferencias, etc. constituyen las actividades típicas que definen el oficio de filósofo.

Metafilosofía

Muchos filósofos se ven abocados, generalmente, a definir en qué consiste la filosofía, pues de alguna manera tienen que justificar que eso que hacen es filosofía. Esto es moneda corriente en esta disciplina y tampoco hay que escandalizarse. A fin de cuentas, la filosofía es un cajón de sastre en el que se investigan cuestiones diversas que, como no constituyen disciplinas científicas por sí mismas ni hay ciencias que se preocupen de tales cuestiones, se les pone la etiqueta de «filosofía», hasta que se han desarrollado tanto y son tan amplias, que pueden llegar a constituir un corpus de conocimiento independiente y sustantivo con sus publicaciones específicas, sus cátedras y estas cosas (esto es lo que quiere decir la simpleza de que «la filosofía es la madre de la ciencia»).

Filosofía analítica y filosofía continental

Cuando hablamos de filosofía analítica y filosofía continental, parece que estamos hablando de racionalismo y empirismo, de corrientes o tradiciones filosóficas, pero no tiene nada que ver. No se trata de una cuestión de contenido, sino de forma, de forma de hacer filosofía. El producto es el mismo: clases de filosofía, textos de filosofía, libros de filosofía, etc. aunque el formato en que se presenta no. Y claro, como ocurre con todos los productos, algunos gustan más al consumidor que otros.

No obstante, cuando se habla de estas dos formas de hacer filosofía, la discusión suele elevarse más de la cuenta. Se suele ver como un problema metafilosófico, cuando en verdad no es más que una curiosidad antropológica: los mismos principios que nos llevan a estar enfrentados por nuestro equipo de fútbol o el color de nuestro partido político, son los que llevan a los filósofos a enfrentarse por sus banderas filosóficas, la analítica y la continental. Ser analítico o continental, en este contexto, es muy similar a ser de un equipo de fútbol: el Real Madrid tiene a Ronaldo y el Barça a Mesi, del mismo modo que los filósofos analíticos tienen a Wittgenstein y los continentales a Herr Heidegger.

Un poco de antropología de la filosofía

Sería interesante poner a un antropólogo a estudiar a la comunidad de los filósofos. Sería una cura de humildad para el gremio, que buena falta le hace. En el mundo en el que vivimos, las editoriales publican los libros que se van a vender; las becas de investigación son pocas (y ahora más); las plazas para impartir clases de filosofía también son escasas, etc. y la contienda entre filosofía analítica y continental ha nacido en este contexto, en él se ha desarrollado y en él sigue inmersa. Y, en tanto que la filosofía es una actividad cultural más, hay que considerarla, desde un punto de vista antropológico, en un sentido holístico, esto es, la cultura se estudia como un sistema y cada parte que compone dicho sistema, se considera teniendo en cuenta el todo. El espíritu de la idea es este: la parte contribuyen en la constitución del sistema como un todo pero, a la vez, dependen de este.

Pues bien, la disputa entre filosofía continental y filosofía analítica se explica en estos términos, desde un punto de vista antropológico: resulta que la comunidad de los filósofos tiene una concepción de sí misma elevada y distante, es un prejuicio que les impide ver que lo que hacen tiene explicación en términos antropológicos. El filósofo medio tiende a tener una imagen elevada de sí mismo, de los que piensan lo que él mismo pensaría, de la filosofía, de la rama particular de la filosofía en la que él mismo esté especializado y, en suma, de prácticamente todo lo que contenga las palabras «filosofía» y «yo». Sin embargo, el hecho interesante aquí es que el fondo del conflicto es muy mundano y humano: nuestra sociedad, considerada como un todo, invierte una cantidad muy limitada de recursos en filosofía, lo que genera competencia entre sus productores y esta competencia genera rivalidad.

A nivel de comunidad, toda la rivalidad de continentales y analíticos, si quitamos la paja filosófica generada por el prejuicio de los filósofos, consistente en considerar su actividad de forma aislada al sistema cultural del que forma parte (se les gastará el ombligo de tanto mirárselo), se reduce a esto (se puede dar una explicación más amplia, pero el artículo sería hiperlargo, casi un libro). Otra cosa es lo que cada filósofo particular diga acerca de la cuestión, que estará viciado por el prejuicio del que hemos hablado y que es equivalente a lo que dicen muchas veces los seguidores de los equipos de fútbol, a saber, que su equipo tiene mejores valores, que es el de los trabajadores o, simplemente, que es el mejor per se.