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¿Qué es una nación?

Publicado por Ruben Avila

naciónUna de las preguntas con las que la filosofía política debe lidiar, sobre todo estos días, es con la definición de lo que es una nación. O, mejor dicho, con la búsqueda de una válida, consensuada y con ciertas bases objetivas. Pero no parece que lo haya logrado. Desde el surgimiento en la segunda mitad del siglo XIX del nacionalismo, hijo del romanticismo alemán, diversos filósofos han tratado de zanjar la cuestión pero no con mucho éxito. La nación sigue siendo un término sumamente poroso.

En 1882 en una conferencia, cuyo título es el mismo que encabeza el presente artículo, pronunciada en la Sorbona, el historiador Ernest Renan se atrevió a dar una definición de lo que es una nación. Sin embargo, su ambigüedad definitoria, realmente deja al criterio de una comunidad si son o no una nación. Por concretar, siguiendo el canto espartano, «somos lo que fuisteis; seremos lo que sois», Renan considera a la nación como un «alma» definida por el tiempo: el pasado y el presente son el material que la componen.

El primero, el pasado, representa los recuerdos en común de una comunidad, todo ese legado anterior que confluye en el presente, que es precisamente el segundo elemento compositivo. En este caso, representando el deseo de una vida en común, de mantener la «herencia indivisa» que se ha recibido.

Además, cabe destacar que la nación, en su concepción moderna, también se entiende como una entidad política. Es decir, una nación es una comunidad de individuos que comparten un territorio, una cultura, una historia y un proyecto de futuro común, y que se organizan políticamente bajo una forma de gobierno. Esta idea de nación como entidad política es la que ha prevalecido en la mayoría de los estados-nación actuales.

Pero de qué nos sirve la definición anterior cuando se nos presentan casos como el de Alsacia, germana por su lengua (el alsaciano es un conjunto dialectal de origen germánico), francesa por su tierra (geográfica y administrativamente actualmente se sitúa en Francia). O cualquier otro ejemplo en el que una población se divida más o menos equitativamente entre aquellos que quieren tener un futuro en común y aquellos que desean tenerlo en solitario o, cuanto menos, de una forma diferente.

Herder, uno de los inspiradores del romanticismo alemán, aseguraba que los Völker (los pueblos) tenían un camino propio, diferenciado del resto con los que colindaban. Sin embargo, no deberíamos olvidar que los Völker están compuestos por personas, con preferencias también diversas aunque pertenezcan a un mismo pueblo o nación.

De hecho, esta última distinción es uno de los grandes problemas que se encuentra la filosofía política al enfrentarse a esta cuestión: ¿tienen los pueblos derechos? Y si es así, ¿preceden éstos a los derechos que ostentan las personas? La aparición de los llamados derechos de cuarta generación (entre los que se encuentran, entre otros, los derechos multiculturales) trata en parte de dar una respuesta a las preguntas anteriores.

Al final, de lo que se trata es de conjugar los derechos individuales, que desde el liberalismo se considera como prioritarios, con las reclamaciones comunitaristas respecto a la importancia de las cuestiones identitarias culturales en esos mismos derechos. La respuesta que se dé dependerá del peso que consideremos que deben tener las comunidades o los individuos a la hora definir los derechos fundamentales.

En este sentido, es importante destacar que la noción de nación no es estática, sino que evoluciona con el tiempo y se adapta a las circunstancias históricas y sociales. Así, la nación puede ser entendida como una construcción social y política, que se va modificando y redefiniendo a lo largo del tiempo.

Como ven, la respuesta a la pregunta ¿qué es una nación?, dista mucho de ser satisfactoria, aunque la aproximación a ella que hace más de un siglo llevó a cabo Renan todavía parece seguir vigente. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de querer mantener un proyecto común de vida.