Filosofía
Inicio Filosofando El arte de la guerra

El arte de la guerra

Publicado por Ruben Avila

Viendo las imágenes en las que soldados españoles se ceban con prisioneros iraquíes me viene a la memoria una frase del militar prusiano Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz, que además es uno de los historiadores y teóricos de la ciencia militar moderna más importantes, y en la que aseguraba que es un absurdo introducir en la filosofía de la guerra cualquier principio de moderación puesto que «la guerra es un acto de violencia exprimida hasta el límite».

Según la máxima anterior sería solamente cinismo tratar de establecer leyes que rijan la guerra, donde se establezcan el trato merecido para los enemigos caídos, para la población civil y para cualquiera que directa e indirectamente participe o se vea involucrado en la guerra. Si es un acto de violencia máxima, tratar de refrenarla además de imposible sería estúpido. Mejor aceptar las cosas como son.

Cada vez que salen imágenes de soldados torturando a personas por puro placer, o conocemos abusos de poder o intimidaciones del ejército sobre la población civil, que suelen terminar en muertes, no puedo dejar de pensar que es muy difícil entrenar a alguien para matar, inculcándole cierto desprecio por la vida de su enemigo, incluso por la suya propia, y luego pretender que ese “alguien” respete a lo que se le ha enseñado a odiar. El cine y las series de televisión nos ha mostrado infinidad de veces esa situación, desde las míticas La chaqueta metálica o Platoon, sobre las guerra del Vietnam, o la más reciente Generation Kill, esta última una serie de televisión sobre la guerra de Irak.

Sin embargo, nos vemos obligados a actuar como sí, como si fuera posible azuzar el odio contra el enemigo y pretender que cuando se desatan las hordas éstas serán compasivas contra lo odiado.

Realmente desconocemos la mayoría de sucesos de este tipo ya que, como ha trascendido en el caso de las tropas españolas en Diwaniya, se prefirió pasar página para no desmoralizar a la tropa. Solamente cuando salen a la luz un video como el que ha difundido El País, o aquellos que vimos de soldados estadounidenses vejando y mofándose de vivos y muertos, es cuando, aparentando incomprensión e indignación, el ministro o secretario de defensa, seguido por todo el gabinete del ejecutivo y azuzados por la oposición política aseguran que se abrirá una investigación para depurar responsabilidades. Lo cual, debería ser de todos sabidos, no es posible.

Y no lo es porque la primera responsabilidad a depurar es el mismo concepto de ejército y de guerra. La instrucción militar, eso que se llama disciplina, no es más que asimilación borreguil de la autoridad. Para que un soldado asuma ciegamente las órdenes de sus superiores se debe crear un caldo de cultivo que permita esa confianza. Cortando de raíz toda discrepancia, delimitando claramente dónde están los buenos (nosotros) y los malos (ellos), etc., quizás sea la mejor manera de lograr un ejército eficiente, desde el punto de vista de la eficiencia militar, pero luego no pretendamos que no cumplan órdenes hasta sus últimas consecuencias y que no respeten como deberían a esa vida humana que les han enseñado que es un enemigo que, por otra parte, les haría lo mismo si cayeran en su poder. ¿Por qué tener compasión con el que no la tendría contigo? Si seguimos la doctrina de que para hacer una tortilla hay que romper huevos, seguiremos rompiéndolos.

Al final, no podemos olvidar, como asegura Sun Tzu en su famoso El arte de la guerra, «todo el arte de la guerra está basado en el engaño».

Imagen: consultorioempresarial.com.co