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Cuestión de fe

Publicado por Ruben Avila

cuestión de feNo es una opinión nada infrecuente la de pensar que el futuro, el destino, está escrito. Con lo que daría lo mismo lo que hiciéramos porque poco ya están los dados echados y la tirada jugada, las cartas están sobre la mesa y el juego decidido. Curiosamente, tanto los que piensan así como los que no, tienden a hacer cosas, a actuar como si de verdad sí que pudieran hacer algo. Habitualmente, si en mitad de la calzada un camión se acerca a toda velocidad el peatón se suele apartar, incluso si piensa que el futuro está escrito en alguna parte del cosmos.

Por otra parte, tampoco es una opinión nada infrecuente pensar que lo que nos ocurre, tanto nuestro presente como nuestro futuro depende exclusivamente de nosotros. Forjamos nuestro destino con lo que hacemos, con las decisiones que tomamos, así que si nos ocurre alguna desgracia tiene que ser, a la fuerza, por nuestra culpa. De esta opinión se colige, por ejemplo, que los pobres son culpables de su pobreza y los países del tercer mundo de su subdesarrollo. En el caso anterior del camión, si no fuéramos lo suficientemente ágiles para esquivar a la mole que amenaza con arrollarnos seremos culpables o de ineptitud (por no ser ágiles) o de haber tomado una mala decisión (la de cruzar la calle justo en ese momento). Por supuesto, siguiendo esta idea, a quien le va bien la vida será exclusivamente a sus capacidades.

Dejando el hecho de que eso de la buena vida tiene múltiples y diferentes aristas y que no es tan fácil determinar qué carajos es, las dos posiciones anteriores —que he presentado en forma de caricatura, lo reconozco— parecen errar en sus presupuesto, sin embargo, sobre todo la segunda, están sumamente extendida.

La élite neoliberal que domina el mundo —soy consciente del trazo grueso de lo que acabo de escribir— como forma de autoengaño o porque realmente se lo creen, asume que el statu quo es tal que cada persona está donde se merece estar. Si alguien se muere de hambre, algo habrá hecho para ello. No hay más consideraciones.

Claro, podríamos decir que, probablemente, se muere de hambre porque los alimentos han subido injustificadamente de precios por culpa de especuladores sin escrúpulos; también podríamos decir que fue a partir de los noventa y la crisis de las puntocom que la reserva federal estadounidense permitió la especulación con alimentos (antes no lo permitía) y de ahí que subiera el precio de los alimentos injustificadamente; también podríamos responder que los intereses de la deuda internacional ahoga a los países del tercer mundo de manera que no les permiten tener infraestructuras y cobertura suficiente para evitar las hambrunas; también podríamos responder que es culpa de los dictadores, auspiciados en muchas ocasiones por empresas internacionales y países occidentales, que ahogan con la fuerza de las armas a sus ciudadanos; y un largo etcétera.

Daría lo mismo, la réplica sería la misma: algo habrá hecho. Porque ambas posturas, la de la creencia en un futuro inmutable y la del individualismo exacerbado no se fundamentan en la razón, sino en la fe. Y, como sabemos, la fe no necesita de razones.

Imagen: contralaapostasia.com