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El Empirismo Inglés

Publicado por Malena

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El empirismo inglés sumerge el conocimiento en pura psicología, anulando el valor lógico y la realidad ontológica del conocimiento.

Se inicia con John Locke, en el momento en que predomina el punto de vista idealista en la filosofía y el problema metafísico se soluciona con la propuesta sustancialista de Descartes. La sustancia pensante, que es el alma; la sustancia extensa, que es el cuerpo; y Dios como sustancia eterna, infinita y creadora.

De manera que John Locke parte de la filosofía de Descartes pero planteándose el problema metafísico como problema de conocimiento.

Las preguntas que se hace Locke son: ¿cuál es el origen? ¿cuál es la esencia? ¿hasta dónde puede llegar el conocimiento humano?

El conocimiento se obtiene mediante ideas, en el sentido de lo que significa pensamiento para Descartes, o sea todo fenómeno psíquico o vivencia psíquica en general.

Para Locke las sensaciones y la reflexión sobre esas sensaciones o la combinación de ambas son ideas que se corresponden con una realidad que existe en sí misma y por si misma, a la manera de la sustancia extensa de Descartes.

La propia intuición de si mismo para Locke es la ruta que nos lleva a la sustancia real que existe en sí misma y por sí misma y que somos nosotros.

Locke parte de la distinción que hace Descartes entre las ideas. Las adventicias, las ficticias y las innatas.

Las adventicias son las ideas que tenemos de la realidad externa, las ficticias son las ideas que imaginamos y que formamos en el alma y las innatas son las que corresponden al espíritu que no son ni externas ni imaginadas.

Frente al problema del origen de las ideas Locke elige el camino de la psicología, entendiendo por origen el mecanismo psicológico que hace que en nosotros se formen las ideas.

Locke diferencia dos fuentes de ideas, la sensación y la reflexión. La sensación es el cambio mínimo que experimenta la mente cuando es excitada por los sentidos, es decir, la experiencia externa; y la reflexión es el apercibimiento del alma de ese suceso, o sea la experiencia interna.

Las ideas pueden ser simples, como la idea de extensión, producto de la sensación y la reflexión o en la combinación de ambas, o son compuestas, como la idea de sustancia, es decir formadas por un conglomerado de ideas simples.

Locke distingue de las sustancias, cualidades primarias y secundarias. Las primarias son la extensión, la forma, el movimiento , la impenetrabilidad de los cuerpos, cualidades propias de los cuerpos y las secundarias son las puramente subjetivas, como el color, el sabor, el olor, la temperatura.

El obispo Berkeley se separa por completo de la metafísica cartesiana, descubriendo en todas las ideas el mismo carácter vivencial. Ninguna de ellas puede sacar al hombre de si mismo y mostrar su existencia en si y por si.

Para Berkeley el ser es el ser percibido. La percepción, como vivencia es lo único que es. No existe ninguna realidad que no sea percibida. El ser de las cosas es la vivencia que de ellas tenemos.

El obispo Berkeley nos introduce en el idealismo subjetivo más completo, negando la existencia de la sustancia material pero afirmando la existencia de la sustancia espiritual.

Yo soy una cosa que piensa, me conozco por intuición directa y a mis vivencias no les corresponde nada fuera de ellas. Como esas vivencias constituyen un todo armónico que llamamos mundo, puedo suponer la existencia de un espíritu que es el que pone en mi todas esas vivencias.

Luego, nosotros vivimos, nos movemos y estamos en Dios.

Hume, llama impresiones a los fenómenos psíquicos actuales y vivencias a las representaciones o ideas.

Las impresiones son lo dado, lo que está ahí, y las representaciones o ideas proceden de estas impresiones.

Las ideas que no correspondan a impresiones no tiene realidad, por ejemplo, la idea de sustancia no tiene impresión que la fundamente, es una idea de nuestra imaginación, ficticia según Descartes.

El empirismo inglés de Hume es un positivismo, porque niega los problemas metafísicos.

Lecciones Preliminares de Filosofía, Manuel García Morente, Editorial Losada, S.A., Buenos Aires, Argentina, 1973