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Sartre, como Dramaturgo

Publicado por Malena

Sartre, como Dramaturgo

A través de sus obras de teatro, Sartre encuentra el camino para exponer sus ideas filosóficas, que le permiten ingresar a una dimensión comunitaria, acercarse directamente al público, influenciar sobre él y por lo tanto en la historia.

Sartre consideraba al teatro como un fenómeno religioso y colectivo que le permitía recrear los mitos de una sociedad y transmitir un mensaje que le otorgaba al público la oportunidad de entrar en un estado de comunión con los personajes y las situaciones.

Debutó como dramaturgo en 1943 y su carrera, que provocaría aplausos y también críticas, duró casi veinte años.

Las obras que tuvieron más repercusión fueron las más sencillas y las que le resultaron más fáciles para escribir, como por ejemplo “A puerta cerrada” y “La puta respetuosa”; pero las que trataban temas más profundos como “El diablo y el buen Dios”, “Las manos sucias” y “Los secuestrados de Altona”, no tuvieron la misma respuesta.

Sartre intentaba escribir textos que no significara establecer juicios definitivos sobre cualquier asunto, proponiendo conflictos sin resolución para que el público elaborara sus propias conclusiones.

Su teatro está estrechamente vinculado a su filosofía y a sus nociones sobre la libertad y la situación existencial humana y los protagonistas de sus obras se hallan comprometidos con ideologías y por lo tanto expuestos a la tragedia de la vida.

Para Sartre el teatro le brinda la oportunidad de exponer el conflicto que el hombre tiene que enfrentar en la vida: con los demás, con la historia, con la revolución y con la muerte.

Las criaturas surgidas de su imaginación aparecen envueltas en un mar de incertidumbres e ignorantes del significado de sus vidas.

Dado que para el pensamiento de Sartre, no existe ningún creador; el hombre es sólo lo que hace consigo mismo, a partir de su condición existencial, que sólo puede superar actuando.

Sartre plantea en sus obras situaciones que son comunes a todos; circunstancias que obligan a los personajes a asumir la propia libertad, porque la libertad humana es para este pensador el fundamento esencial de las tragedias; que se pone de manifiesto principalmente, en una situación límite. El sentido de la muerte, la traición, las relaciones, son problemas que casi todos conocen y que el drama los hacen sentir identificados.

El teatro de Sartre se centra en la puesta en escena de un grupo de libertades que se tienen que definir frente a situaciones concretas, poniendo el acento en el instante mismo en que el hombre se compromete.

La tragedia muestra la base del existencialismo, la conciencia humana que a la vez que libera al hombre, lo condena también a la consecuencia de sus propios actos.

Cada ser humano alguna vez se encontrará frente a alguna encrucijada que lo obligará a decidirse; y para Sartre, no existe ninguna señal que le indique al hombre qué debe hacer; sólo puede decidir él mismo de buena fe, sin poner a Dios o a ninguna ley por excusa.

El descubrimiento de la libertad no es una experiencia feliz, sino que es la confirmación de la propia soledad y del abandono.

Según Sartre, la decisión heroica puede representar a veces, cometer un delito, como ocurre en “Las Moscas”; entonces, hay que saber enfrentar la culpa y los remordimientos y hacer lo que se tiene que hacer, porque aquello que puede parecer un crimen, en el fondo puede que no lo sea.

En “A puerta cerrada” plantea el tema del Infierno, que no es ni un espacio ni un lugar, sino la mirada de los otros. Porque una vez que el ciclo de la vida termina, el hombre ya no tiene más oportunidad de modificar su pasado. Su infierno será el juicio que los demás emitan de él y se convertirá en una tortura eterna.

Fuente: «Jean Paul Sartre, Vida, pensamiento y obra», Colección Grandes Pensadores, Edición Planeta DeAgostini, 2007