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La Ética y el Cerebro

Publicado por Malena

La neurociencia está tratando de investigar cómo registra el cerebro el dilema ético, o sea cómo funciona frente a situaciones que exigen una toma de decisión que puede producir un daño.

Para lograr esclarecer esta incógnita los experimentos se realizan con voluntarios a los cuales se los somete a técnicas de imágenes cerebrales que detectarán la activación que se produce en las áreas de las emociones cuando los probandos son sometidos a ciertos cuestionamientos morales.

La prueba incluye una serie de sesenta dilemas que tienen el objetivo de conocer cuáles son los circuitos neuronales responsables de las decisiones límites, en las que se encuentran en juego vidas humanas.

Por ejemplo, los voluntarios tienen que accionar una palanca que desvía a un tren para salvar a cinco operarios que ignoran que se acerca; pero el desvío, a su vez, produciría un mal menor, o sea la muerte de una sola persona.

Frente a esta prueba, las imágenes cerebrales muestran una fuerte activación de las zonas de control racional, que son las que bloquean la información emocional durante el breve tiempo requerido para analizar la situación.

En estos experimentos se ponen en evidencia tres tipos de inteligencia que se encuentran relacionados entre sí.

En primer término se pone en funcionamiento el pensamiento consciente, analítico, sistemático, impersonal y lento que permite una reflexión breve y que hace que la persona se incline a ser solidaria con personas desconocidas.

En segundo término aparecen las emociones en forma global, rápida y personal, que impulsa a ayudar a quien está en peligro.

Finalmente aparece la intuición que es el conocimiento inconsciente que promueven las emociones.

En la toma de decisiones intervienen distintas zonas del cerebro; por un lado el sistema límbico (más arcaico) que es el que procesa las emociones, y por otro la corteza frontal que es la que puede frenar los impulsos automáticos.

La respuesta cognitivo emocional se obtiene cotejando la información del contexto con las expectativas de recompensa, en función a los valores y las normas que cada uno es libre de respetar.

Cuanto más cerca se hallan las personas de un hecho traumático, más intensas son las emociones, sin embargo no llegan a determinar la decisión.

El análisis que valora las convicciones es más lento porque exige calcular las ventajas y los inconvenientes; porque el cerebro ético, frente a un dilema, funciona como un atajo emocional que supone la intuición del bien y del mal como guía natural pero sin determinar la conducta.

Las personas que tienen una lesión en el lóbulo frontal en ambos hemisferios, pierden esa guía innata que representa el alerta emocional en la toma de decisiones. Pueden razonar pero no les afecta el hecho de dañar a alguien.

Los valores no se encuentran determinados biológicamente y son diferentes en cada cultura.

La capacidad de frenar las emociones es la que permite analizar y decidir; y esa función la ejerce el lóbulo frontal, la parte del cerebro más evolucionada.

Estas neuronas frenan la información que llega desde la amígdala, procesan las expectativas y pueden proyectar el futuro.

En una situación de gran tensión emocional, poder pensar para decidir puede ser la diferencia entre la vida y la muerte; poder analítico que solamente es propio de la razón humana.

Fuente: “Mente y Cerebro”; No.50/2011; “El cerebro ético ante el dilema”; Natalia López Moratalla y Enrique Sueiro Villafranca.